Usar el metrónomo (con criterio)

Adaptado de mi artículo publicado en American Recorder, Vol. LXIV, No. 2 (Summer 2023)

Mantener un pulso estable en la flauta de pico no siempre es sencillo—sobre todo en repertorio complejo o al tocar en conjunto. El metrónomo puede ayudar, pero no lo resuelve todo. Es una herramienta que conviene alternar con otras estrategias, para que tu pulso interno (y tu capacidad de escuchar) se fortalezcan en lugar de atrofiarse.

Lo confieso: durante años evité el metrónomo. Había visto a muchos adultos volverse dependientes del clic y dejar de escuchar—ni a su propio cuerpo ni a los demás músicos. Con el tiempo entendí que mi propio tempo respira y fluctúa: la frecuencia cardiaca, el cansancio, los nervios… Así que empecé a usar el metrónomo de forma muy puntual—nunca como director, siempre como espejo.

Una (muy) breve historia

El metrónomo moderno apareció en el siglo XIX, pero los músicos llevaban mucho antes la cuenta del tiempo. Galileo observó la isocronía del péndulo, lo cual abrió la puerta a los relojes precisos de los siglos XVII y XVIII. En 1696, Étienne Loulié diseñó un péndulo silencioso que se miraba en vez de escucharse.

Antes de que los compases y las barras se estandarizaran (aprox. siglo XVIII), se marcaba el tactus: un gesto de brazo o un pulso corporal (imagina el brazo de un maestro de coro). Con ese mismo pulso se podía pasar fácilmente de binario a ternario, simplemente subdividiendo de otra manera. El resultado era una sensación más fluida del ritmo dentro de un tempo natural. Ese sentido orgánico del tiempo sigue siendo la meta; el metrónomo es solo una herramienta más

Úsalo con cautela

El metrónomo no es tu director. Usarlo en exceso puede desconectarte del fraseo, del diálogo en conjunto, de las hemiolias o de la retórica flexible. Si una obra está llena de cambios métricos o de rubato expresivo, el clic quizá sea la herramienta equivocada para esa parte del estudio.

Recuerdo un alumno que practicaba absolutamente todo con metrónomo. Se volvió dependiente del pulso fijo; sin él, se perdía en tempo y ritmo. Peor aún, al tocar con otros no escuchaba las líneas de los demás, estaba enfrascado en mantener ‘su’ tempo como una tarea aislada. Resultado: siempre fuera de sincronía. Tuvimos que trabajar en soltar el metrónomo y confiar más en su ritmo interno.

Regla de oro: usa el metrónomo para diagnosticar y estabilizar—luego apágalo y haz música.

Tres beneficios (y cómo aprovechar cada uno)

1) Encontrar y estabilizar el tempotrabajo en solitario

Al estudiar una obra nueva o un pasaje difícil es fácil que el pulso se pierda. Ahí el metrónomo resulta útil: fijas un tempo lento y cantable, y tocas con un pulso constante que te impide acelerar o frenar. Además, te ofrece un feedback inmediato cuando algo se descuadra.

Cómo aplicarlo:

  • Aísla los compases problemáticos.

  • Lento pero rítmico: desde el inicio toca en ritmo real (tu cerebro ya está creando la memoria muscular).

  • ¿Tres repeticiones limpias? Sube 4 bpm. Los pasos pequeños son los que se fijan.

  • Subdivide a propósito: primero negras → luego corcheas → después semicorcheas, para afinar la precisión.

  • Alterna sin clic: toca y luego comprueba. Escucha y siente el pulso que llevaste.

2) Feedback para el conjunto

En conjunto, el metrónomo puede servir para alinear criterios y dar retroalimentación.

Cómo aplicarlo:

  • Primero sin clic: escucharos y dar forma a las líneas melódicas.

  • Con clic una o dos veces: detectar dónde se aceleran o frenan como grupo.

  • Decidid juntos: ¿mantener el pulso metronómico aquí, o permitir una flexibilidad retórica consciente?

  • Fijad el tempo global según el pasaje rápido más limpio, no según el más lento.

  • Grabaos y escuchad: no hay nada mejor que oírse desde fuera.

3) Entrenador de respiración

El metrónomo también puede servir como entrenador de la respiración.

Cómo aplicarlo:

  • Toca una escala ascendente y descendente: una nota por clic, y mantén la última durante 4 clics.

  • Ve reduciendo poco a poco la velocidad del metrónomo manteniendo el mismo patrón.

  • Si aparece tensión (cuello, mandíbula, hombros), reajusta tu postura y apoyo. Nunca intentes “ganarle” a tu cuerpo.

Cuándo dejar el clic

Frescobaldi, en el prólogo de sus Toccate (1615), escribió que el tempo puede moverse “como se canta un madrigal”, según el afecto. En otras palabras: el tempo no es absoluto, sino una variable expresiva.

Recuerda: el metrónomo entrena un pulso firme, pero también debes confiar en tu propio tiempo interno. En conjunto, esto es fundamental: escuchar a los demás y respirar el mismo pulso para tocar de verdad juntos.

En resumen: vuelve siempre al pulso interno y a la escucha activa—sobre todo cuando compartes la música con otros.

Cultiva tu tiempo interior

Es fácil coger la costumbre de marcar el pie, pero puede distraer tanto visual como sonoramente. El ritmo, en realidad, se entrena en el cuerpo y en la mente. Muchas veces, al tocar, nos perdemos en la cabeza y olvidamos el cuerpo.

  • Activa el cuerpo: mantén las rodillas sueltas, deja que aparezca un pequeño rebote de vez en cuando; incluso prueba a caminar despacio con tu música.

  • Escucha distintos géneros: siente el pulso en músicas diversas; cada estilo te entrena de otra manera.

  • Verbaliza el ritmo: usa las sílabas Kodály/Takadimi (sílabas específicas por cada figura) o inventa tus propias palabras para los pasajes difíciles.

  • Resta clics (“click subtraction”): en 4/4, empieza con el metrónomo en 160 (negras) → bájalo a 80 (blancas) → y finalmente a 40 (redondas). El mismo tempo con menos clics: tú sostienes más parte del compás.

Acelerar: más allá de la típica escalera de +4 bpm

La práctica de subir el tempo en bloques de +4 bpm funciona… hasta que el clic empieza a forzarte y generarte tensión.

Un método principal más eficaz:

  • Dos tempos para un mismo pasaje

    • Lento y consciente: coordinación perfecta, sonido perfecto.

    • Esprints diminutos: tan rápido como puedas sin tensión, en grupos de 3/5/7/9 notas.

  • Si fallas, no te tenses: respira, reinicia y vuelve a intentarlo.

  • De vez en cuando, mide con el metrónomo a qué tempo equivale tu esprint relajado.

Además:

  • Toca la obra entera tan rápido como tu cerebro aún pueda seguir (sin pánico); alterna con secciones muy pequeñas a tu máxima velocidad relajada.

Hemiolias y cambios de compás

En las hemiolias (por ejempo, 123-123-12-12-12), primero siente el patrón: márcalo con palmadas, dilo en voz alta o muévete con él. Después añade el clic en la unidad más grande (por ejemplo, en blancas), de modo que el metrónomo acompañe el fraseo en lugar de ir en contra de él.

Apps de metrónomo

Casi cualquiera sirve. Funciones útiles:

  • Tap tempo (tú marcas y la app te da el bpm)

  • Acento de compás (marca distinto el ‘1’ del compás)

  • Subdivisiones que se pueden activar/desactivar

  • Vibración en lugar de clic: menos agresiva, más natural

Chuleta rápida: recetas de práctica

  • Calibración en solitario: aislar → lento y rítmico → 3 repeticiones limpias → +4 bpm → alternar sin/con clic.

  • Alineación en conjunto: sin clic → con clic → acordar → grabar.

  • Respiración: escala + 4 clics de sostén → bajar el clic gradualmente.

  • Resta de clics: negras → blancas → redondas.

  • Velocidad: lento-consciente + esprints breves y relajados.

La idea

Usa el metrónomo como espejo, no como director. Entrena la estabilidad; luego apágalo y deja que la música respire. Habrá días con pulso un poco más bajo y otros algo más brillante. Es humano—y forma parte de tu conversación diaria con la música y con tus compañeras/os.

Lobke Sprenkeling

Lobke Sprenkeling is a musician specialized in Early Music and a multidisciplinary artist, currently travelling around the world in a van. She’s from Holland but has lived and worked for over 15 years in Spain, so her home base is in Madrid.

http://www.lobke.world
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